martes, 30 de junio de 2009

Trans-verso

Otra vez la tarde se ponía dorada, el viento inquieto y los pájaros se llevaban los últimos pedazos del día bajo sus alas negras, posándose de a ratos en los cables, mirándome, como si quisieran una respuesta para la melancolía, se quedaban un momento, esperando a que me decidiera por fin a darles el corazón para volar con el a donde no me diera más problemas.

Terminé por darles la espalda y volver mi vista hacia la habitación, cerré el libro abierto sobre la mesa y al hacerlo se me pegaron unas frases de Borges en los dedos. El mundo comenzó a girar de una manera particular, embriagándome de vértigo resistente a la aspirina, Ya no hacía falta cerrar los ojos para que en las paredes se pintara un hipnótico boceto al más puro estilo surrealista, donde hasta el reloj de pared se derretía para completar el cuadro. La ventana muda, ajena al murmullo de Sabina entre la estática de la radio:


-“te morías por volver,
con la frente marchita,
cantaba Gardel…”


Yo muda también, con los labios cerrados y el lenguaje desbordándose en introspectiva, hurgando con cautela en el pool de la memoria a ver si encontraba rastros de ti, ya que el cielo no tenía idea de tu punto de partida y mucho menos de la trayectoria que había seguido tu cuerpo en el horizonte.

Desconjugando el verbo amar en otras camas calculando decibelios en el eco de un “te extraño” sin receptor que le amortigüe la caída hacia el silencio. Tejiendo vida de las tardes redundantes, a punto de declaración bélica contra el espejo y sin más ánimo que el artificio de la cafeína.

Las cosas no habían sido siempre así y, evidentemente, no se quedarían estáticas por mucho tiempo, lo único que no cambia es el cambio. El problema es que el destino había escrito su itinerario en lenguaje indescifrable para las cartas del tarot.

De la última noche que pasamos juntos no me quedaba mas que un dolor punzante en la mano, provocado por el afán escapista de las líneas en la palma que se prolongaban invisibles a través de muros, calles y tejados hasta llegar a las tuyas y encontrar sus puntos finales en la línea que te atraviesa transversa.

Para acompañar el olvido me preparé un café, hace tiempo descubrí tu receta agregándole vino blanco y canela, era como probar de nuevo tus labios, líquidos, turbios y adictivos, el aroma era un boleto directo a las madrugadas enredados en tu cama, mirando a la noche desnudarse de luna.

-“no hay nostalgia peor,
que añorar lo que nunca, jamás sucedió…”


Y saltando del poema a la prosa dentro de mi cabeza, en un bosquejo de autoconfrontamiento me pregunté ¿Qué era lo que realmente extrañaba de ti?, ¿Qué es lo que se puede extrañar de alguien?, para ser sincera, ni siquiera te quería de vuelta, y ese sentimiento de espera frustrada no era más que un melodrama sobre ensayado.

Todas las historias de amor son iguales, era incluso algo cómico descubrir la facilidad con la que hubiera podido terminar con cualquier otro en vez de ti, una copa menos, una palabra de mas, alguna permutación divergente en la computadora del azar y lo nuestro no habría existido nunca. Con que fragilidad se rompen los cimientos de nuestras vidas.

En todas las parejas hay algo de arquetípico, por eso el enamoramiento nos viene innato, es un mensaje milenario que escribimos a diario sin proponérnoslo, es la conclusión de la búsqueda, la unión de los opuestos, el confrontamiento de espejos que abren el portal del camino al autodescubrimiento. Porque no podríamos conocer nuestro rostro sin ayuda de un espejo, y ese espejo es el otro.

-“aquellas banderas de la patria de la primavera
A decirme que existe el olvido esta noche han venido "


Y ahí estaba de nuevo tu rostro insinuado en los reflejos de la ventana, en el ondular de las cortinas, en cálido tintinear de las velas. Era tu imagen perfecta contorneándose frente a mi, intangible, inalcanzable, cada gesto tuyo, cada trazo de tu piel, como una estatua que yo misma erigí a partir de tu realidad y de pronto colisiona en fragmentos.De pronto me di cuenta, de que lo que tenía enfrente, eran mis propias facciones clavándome la mirada desde el cristal. El amor, al igual que todas las cosas gravita en torno al individuo. El vértigo del olvido es a causa de la expulsión del Eden, el mundo no cambía, ni camina mas lento, es sólo que perdemos la comodidad de ser dos y volvemos a la ardua taréa de ser uno, volvemos a la búsqueda, al vacío.

Se va apagando la música, cae el telón de la noche sobre mi cabeza y me voy dando cuenta de que el amor no es mas que un ondular constante, una caída vertical a un mar lleno de respuestas, que lo extraño sería no extrañarte, pero mas aun sería hacerlo eternamente. Que no es opcional el eterno retorno a la repetición cíclica de historias de amor.

-“y ya nadie me escribe diciendo
No consigo olvidarte….”

Y me bebo el último trago de tu recuerdo, esperando tranquila por la siguiente receta para preparar una taza de café.

-"ojalá que estuvieras conmigo
en el río de la plata..."