Los ataques hacia el funcionamiento de una pareja por parte de una tercera
persona, aun que estos no resulten efectivos y la dinámica permanezca en
armonía generan un sentimiento de rencor que debe ser concientizado y
trabajado.
De primera instancia resulta inexplicable que aun sin haber
episodio de infidelidad como tal, el miembro de la pareja que ha “sufrido” el
ataque resulte irritado por la acción, aun cuando esta no se haya condensado.
Sin embargo, observando un poco más de cerca podemos entender que la causa de
la angustia es la lesión que se ha generado en su Yo.
El otro ha permitido una intrusión de un tercero en la
relación; Como si un miembro de la familia dejara abiertas intencionadamente
las puertas de una casa y de esto resultara la pérdida de un objeto sin valor.
El daño radica en el sentimiento de profanación que será atribuido a la parte
que fue “cómplice” en dicho evento. Esto sucede por que la acción de permitir
esa entrada está mediada por deseos ególatras de admiración per se, aun que no se
busque una aventura y/o infidelidad
La parte afectada interpretará esto como una pérdida de
afecto, ya que primitivamente el afecto se relaciona con protección y cuidados,
el hecho de que estos sean descuidados se percibirá como un síntoma de declive
en el amor de la pareja, que ha optado por colocar sus necesidades narcisistas
por encima de los intereses de la pareja.
Estas situaciones de búsqueda de reafirmación del Ego en
terceras personas deben ser concientizadas para que de este modo puedan ser evitadas en un futuro. De lo
contrario, esta situación continuará repitiéndose con un patrón de pequeñas
lesiones a la estructura de la pareja que terminarán por derrumbarla.