miércoles, 1 de julio de 2009

En los paréntesis de la eternidad

Es la tempestad el fruto etéreo de la calma

Que impetuosa se eleva sobre el vértigo de sombras

Es el incienso profano artista de humo en el silencio

Que entreteje destinos en la soledad de un beso

Son tus ojos el motivo y los confines

De una larga historia que se escribe al tiempo que se expande

Sacrilegio del amor son las ventanas

Albergando un mas alla de las paredes de la alcoba

y la sangre dilatada de ambos cuerpos

Cabalga el cristal de la una clepsidra cansada

Las pieles aureas por el resplandor de Diana

que apunta desde el firmamento su arco de plata

en cuyos cuernos se consagra de nuevo la unidad de los opuestos

el agua, el fuego, la nada.

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