Es la tempestad el fruto etéreo de la calma
Que impetuosa se eleva sobre el vértigo de sombras
Es el incienso profano artista de humo en el silencio
Que entreteje destinos en la soledad de un beso
Son tus ojos el motivo y los confines
De una larga historia que se escribe al tiempo que se expande
Sacrilegio del amor son las ventanas
Albergando un mas alla de las paredes de la alcoba
y la sangre dilatada de ambos cuerpos
Cabalga el cristal de la una clepsidra cansada
Las pieles aureas por el resplandor de Diana
que apunta desde el firmamento su arco de plata
en cuyos cuernos se consagra de nuevo la unidad de los opuestos
el agua, el fuego, la nada.
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